L’analyse
du texte qui vous est proposée ici peut être utilisée le jour « j » à
l’oral. C’est pour cette raison que la
présentation du document est à la première personne du singulier.
El gran tablero
de la vida
El
documento que me toca presentar es un texto titulado “El gran tablero de la
vida”. Es un fragmento de la novela Obabakoak
escrita por Bernardo Atxaga en 1989.
A
través de este pasaje el autor y narrador quiso poner de relieve
lo
importante de la memoria para el ser humano. En efecto al principio ayudándose
de una anécdota de su infancia y luego de una metáfora nos deja reflexionar
acerca de la memoria y del recuerdo.
Este
pasaje consta de dos partes muy distintas pero sin embargo como lo veremos se
completan.
Así,
como ya se lo indicó arriba, la primera parte presenta un carácter muy
anecdótico (línea 1 /línea 19), en efecto trata
de una “foto colectiva” sacada en la escuela primaria, la que inició mucha
agitación por entre los niños. La segunda parte, cuanto a ella, más bien hace
hincapié en la meditación (de la línea 20 hasta el
final) acerca de la fortuna de cada uno en la vida. Meditación del
narrador adulto unos veinte años después sobre el paso del tiempo y sobre el
sino. Meditación generada, claro, por la anécdota de la “foto colectiva”.
En primer lugar, como si se tratara de un cuento, el
novelista introduce su relato valiéndose de la muy célebre expresión: “Hace mucho tiempo”.
Esta locución llama la atención del lector y éste sospecha que pasó mucho
tiempo entre el momento de los sucesos y lo que le va a contar el autor. Sin
embargo no dispone de puntos de referencia temporales, no puede determinar una
fecha con precisión para situar la acción
sólo sabe que en aquellos tiempos el niño narrador y sus compañeros
tenían unos nueve años (línea 9), que eran “jóvenes y verdes” y que estudiaban en la escuela
primaria del pueblo.
El
autor recuerda aquel acontecimiento con precisión revelándonos detalles que quedaron grabados
en su mente.
Nos
enteramos de que el episodio sucedió en
la dicha escuela. En efecto algún día vino “un hombre de bigote y gorra cuadrada” y les explicó que
iban a vivir un período muy significativo ya que había venido él para hacer la
primera “foto colectiva” de su existencia.
Como
cada uno sabe, poco basta para que un niño
se regocije y por lo tanto, en el caso que nos interesa, lo de la
seriedad del hombre (“con gesto muy serio”), lo de su “gorra cuadrada” añadido además a lo raro de
“la foto colectiva” (“nunca habíamos oído la expresión foto colectiva”) fue motivo suficiente
para manifestar gran exaltación por entre los chicos. Así se burlaron del fotógrafa (“le escuchamos entre risas”) e hicieron travesuras (“pisando charcos” y “lanzando nuestras carteras al aire”) dignas del entusiasmo experimentado por niños
de aquella edad. Estos sucesos reflejan y exteriorizan muy bien la alegría de
unos niños viviendo algo diferente e imprevisto durante un día de clase normal.
Una
vez llegados a los portales de la iglesia, conducidos por la maestra, los
chiquillos se dieron cuenta de que las chicas también habían sido convidadas
para la foto. Fue cuando la euforia desapareció y “hubo
pellizcos, tirones de pelos y otros incidentes”.
En
efecto en aquellos tiempos niños y niñas estudiaban en escuelas distintas ya
que no existía el carácter mixto y casi se odiaban. Así cuando se encontraban
infaliblemente había pelea entre ambos grupos.
No obstante fue sacada la fotografía y cada uno de los críos quedó retratado para
siempre al lado de todos sus compañeros y compañeras del pueblo de la misma
edad. Una semana después la maestra distribuyó la fotografía a los alumnos, los
que resultaban muy impacientes ya que deseaban ver cómo habían salidos todos.
Cada
cual finalmente reflejaba la gravedad del momento como si el subconsciente les
hubiera dictado tal postura y
extrañamente no quedaba ni una sola huella de las chiquilladas del instante
anterior (“serias las niñas y más serios aún los
chicos”).
Luego
como persona adulta y por lo tanto “sabia” les aconsejó la maestra a que
guardaran dicha foto, porque, según ella, más tarde cuando sean mayores estarán
contentos de “poder echar un vistazo a una foto como ella”. Consejo que observaron ellos, por lo
menos el narrador, sin darse cuenta de lo importante de esta recomendación ya
que por lo joven que eran, claro, no les importaba a ellos un bledo el pasado
así como lo esencial de tal recuerdo. Verdad es, para un niño lo primordial
antes de todo es el momento presente y no se preocupa por el porvenir o por el pasado. Se separaron
después los chicos para emprender el gran viaje de la vida cada uno de su lado.
“Pasaron inviernos y
veranos”, éstas son las palabras con las cuales
el autor empieza la segunda parte y el lector se percata de antemano que
transcurrieron años desde el episodio de la foto y que nadie, tanto el lector
como el novelista, sabe cómo y porqué, pero lo seguro es que pasaron unos
veinte o veinticinco años (“ya no teníamos nueve años,
sino veinte o veinticinco más”).
(Aquí
el narrador alude a un tema muy importante: la huida del tiempo. Muchos poetas
se preocuparon por la fugacidad de la vida, sólo basta con leer los versos de Ronsard :
“Mignonne allons voir...” para comprender que desde hace siglos el Hombre
medita sobre esta fuga).
Este párrafo se basa sobre la metáfora del
juego de la oca.
Éste se juega con dados y peones y es el azar
el que dirige la partida. Con esta metáfora el novelista medita en la
impotencia del Hombre frente a su futuro.
Así
los hombres tales peones avanzan de casilla en casilla. “Fulano” avanza
rápidamente, “Zutano” se estanca y “Mengano” se para.
Fue lo que les ocurrió a María y a Ana que murieron trágicamente a los doce años, en efecto, según el
narrador, se pararon “para siempre en la casilla número
12”. Luego hace referencia a José Arregui, un
compañero “sonriente en la escalera de piedra”
que conoció las torturas y falleció en una comisaría. Lo que deja pensar que
fue perseguido por el régimen franquista por sus ideas políticas. Hay que notar
aquí el pudor del narrador cuando alude a los sufrimientos de la guerra civil.
En
aquel momento ¿Quién hubiera podido pensarlo? ¿Quién hubiera previsto algo tan
trágico para estos niños tan enérgicos?
El autor, entonces, invita a la meditación
acerca de las incertidumbres del Hombre frente a su porvenir, ya que,
así como el número propuesto por los dados las circunstancias de la vida
disponen del futuro del ser humano.
Pero tras haber expuesto unos destinos muy fatales
de compañeros suyos, el novelista alude también a lo extraño que puede ofrecer
la vida y nos lo comenta evocando lo decidido por la casualidad para otros compañeros suyos. Y, a primera vista
esta evocación le da gracia.
En efecto, primero alude a Manuel, el enemigo jurado
de las chiquillas, el que seguramente formaba parte de las peleas que sucedieron
cuando la foto (línea 7) ya que era “el mejor guerrero
a la hora de luchar
contra las chicas”. Éste mismo
fue justamente el que se casó con una de ellas y según el qué dirán “tenía fama de marido sumiso”.
En
cuanto a los hermanos Martín y Pedro María que nunca asistían a una clase de
catecismo se habían vuelto misioneros.
Valiéndose
de estos ejemplos precisamente el autor quiere demostrar lo raro de la vida y
las singularidades que proporciona la existencia.
Nadie
puede presumir del porvenir, unos tienen buena estrella, otros no.
Para
concluir podemos decir que tras “inviernos y veranos” brotó la foto, y ya tenía
razón la maestra. Bastó con mirarla para que el pasado del autor surgiera y que
su memoria regresara.
Al
verla, el autor pudo acordarse de todos su compañeros e incluso pudo
interrogarla. A veces las respuestas resultaron muy trágicas y otras veces muy
cómicas.